Remedios contra el olvido
Por: Arturo Soto Munguía
Fecha de publicación: Jueves 6 de mayo de 2010
Ayer se volvieron a encontrar en la Plaza Zaragoza, entre Palacio de Gobierno y Catedral.
En el lugar por donde hace casi un año, resonaban sus pasos, sus silencios y sus voces.
Ahora no son tantos como entonces, porque ha pasado casi un año.
Pero en la Plaza Zaragoza se congregó ayer una muestra representativa de la sociedad hermosillense más solidaria, más memoriosa, con más ganas de no dejar que se diluya el reclamo de justicia.
Con la idea de que no se olvide el 5 de junio de 2009.
Están al caer la tarde, entre la sede del Poder Ejecutivo, a oscuras, y las 49 cruces luminosas que los padres han sembrado en un sobrecogedor cementerio donde los niños muertos aparecen con las sonrisas que tenían cuando estaban vivos.
Aparecen en las cruces también sus nombres.
También, para que no se olvide.
Se juntan para hacerse presentes como ciudadanos que no olvidan lo que ocurrió hace casi un año, en Hermosillo.
El pedacito de realidad que intentó hacer la crónica de esos días, dice:
“En Sonora, la corrupción mata a los niños. En Sonora, la corrupción y la impunidad matan a los niños, y por los niños que pueden ser los nuestros, por eso es que marchamos.
II
Lo más encantador de la crónica, es su virtud para relatar los hechos desde la granítica subjetividad del que la escribe.
Su incipiente afán de trascender así sea clavando una cruz con el nombre de su hija, en un pequeño jardín ubicado entre el Palacio de Gobierno y la Catedral de Hermosillo.
Para eso, creo, se llevó a cabo el Segundo Juicio Ciudadano del caso ABC.
Para no olvidar.
Y para que no se olvide estuvieron ayer en la plaza Zaragoza, entre el palacio y las tumbas: un juez, un fiscal, un defensor de oficio, un jurado que anoche emitió su veredicto: ¡Culpables!
Dicen que los juicios ciudadanos no sirven de nada, porque nadie acata sus resoluciones, sus veredictos. Y dirán bien.
Los juicios ciudadanos tienen, sin embargo, la peculiaridad de que comienzan a generalizarse como modo y manera de dejar escritos sus renglones en la memoria social, que se está escribiendo ahora mismo, con los mismos y con otros personajes, en condiciones diferentes.
III
Las formas organizativas y los métodos elegidos para mantener el recuerdo de lo ocurrido el 5 de junio de 2009 se han diversificado: mientras unos hacen juicios ciudadanos en las plazas, otros van a Los Pinos a tomarse una foto con el presidente de la República.
Esto no significa que en Los Pinos estén los buenos y en la plaza Zaragoza los malos. Ni viceversa.
Las reivindicaciones justicieras, después de casi un año de la tragedia en la Guardería ABC han tomado rumbos distintos en la persecución de objetivos, obviamente, distintos.
El Zancudo no acusa ni defiende; no delibera ni sentencia ni comparece y por lo tanto no es un Juicio Ciudadano, sino un espacio para el relato de los días que le tocó vivir y con los que quiere quedarse, nomás para alimentar en lo posible, la memoria social.
Entre ellos, algunos del verano del año pasado, cuando se escribió en las calles de Hermosillo el prólogo de lo que hoy estamos viendo.
IV
Estas son algunas estampas de aquellos calurosos días:
“Puntuales, salen a las seis y poco. Es sábado y el cielo está encapotado. Triste. Por eso en la calle, los hombres se quitan el sombrero y bajan la mirada. Por eso las mujeres abrazan a sus novios y esposos.
“Por eso las madres estrujan a sus pequeños contra su pecho con la compulsión de la madre que no quiere que le quiten a su retoño.
“Por eso hay mucha gente en las banquetas del bulevar Luis Encinas, saludando la marcha, resistiendo el llanto, aguantando las ganas de gritar y mentar madres y decir ‘estamos con ustedes porque mañana podemos ser nosotros’.
Eran los días de tomar la calle y no el poder.
“Hay odios que ennoblecen”, canta, recita, musita, llora Benedetti desde el horror de la dictadura que le tocó vivir para que otros no lo viviéramos.
Y ennoblecidos, los padres y familiares de los niños muertos y de los que viviendo mueren en los hospitales para quemados, van, avanzan, con el alma adolorida y valiente para decir como dijo Roberto Zavala, “no nos vamos a dejar de ningún pendejo”.
Otro relato del cinco de mayo pero del año pasado:
“Ustedes conocían a Ximena”, dice Raúl Álvarez, su padre, “porque durante todo este tiempo estuvimos pidiendo un milagro. Ella duró dos semanas con muerte cerebral y luchó contra la muerte. Ella nos enseñó sobre la lucha.
“Ximena fue la muerte 48 del incendio en la guardería ABC. Para la estadística oficial ella es una muerta más. Para su padre es el amor que llevará tatuado en la espalda, toda la vida”.
Uno más, de aquellos días:
“No se cansan estos niños. Estuvieron por la mañana en el Distrito Federal, donde aprendieron nuevas consignas: «Señora Hinojosa, por qué parió esa cosa». «Son los asesinos, Bours y Los Pinos».
“La plaza tiembla. El edificio del museo y biblioteca pudo haber caído derrumbado con la voz de esa madre que grita con la rabia estallando a borbotones: «Era mi único hijo. ¿Quién me lo quitó?», se pregunta.
Y se responde: «La impunidad y la corrupción que campean en este maldito país».
El año pasado era como este, sobre todo en materia de ejercicio periodístico:
“Para Expreso la marcha no existió. En sus páginas no hay una foto, una sola línea, un comentario de la Sexta Marcha.
“Cuando los niños que hoy marchan en carreola, los que caminan, los que se espantan, se asomen a las hemerotecas a ver el periodismo que se hacía en el Sonora del año 2009, se les va a caer la cara de vergüenza.
“La democracia de las cavernas sólo puede engendrar un periodismo de las cavernas”.
V
El sueño de un bebito
“Un par de días atrás, el gobernador de Sonora declaró ‘urbi et orbi’ que estaba tan satisfecho, que dormía “como un bebito”.
“¡Vaya metáfora cuando hay 48 bebitos muertos en la tierra que gobierna!
Este es un pedazo de la crónica de la Marcha de las Cunas, por esos días:
“Con esa misma voz llegó a las puertas de la Casa de Gobierno, y con ojos de acero, con esos labios que aún cantan canciones de cuna, pero que también saben estremecer con la furia que los tensa, soltó:
“¡Porque México no merece un presidente como tú, Eduardo Bours, por eso tuvo que pasar esto, para que la gente se dé cuenta lo que tenemos en Sonora!, ¡Maldito asesino!”
En contraparte, el diarismo hacía lo propio.
“Ladinos, patiños del PAN, estrategas del masoquismo, sospechosos, trastornados de la mente, manipulados, desquiciados, idiotizados, incapaces, perversos, loquitos, estupidizados.
“Estos son los adjetivos con que se alude a los manifestantes -incluidos padres y madres- en una sola columna periodística aparecida este lunes”.
VI
Después de las elecciones, las marchas no fueron tan nutridas y los medios comenzaron a contar. A sacar cuentas. A concluir que quienes toman la calle son cada vez menos.
Pero las cuentas no salen.
“Son más los muertos. Son más las flores. Son más los llantos. Son más la rabia y el coraje por la impunidad y la indolencia gubernamental. Son más los muertos.
Son como pueden ser, como son, incluso los más bizarros personajes.
Soy el naco de la familia
“Así dijo. Y así retó a todos. Su hija estuvo en la guardería ABC, pero la recogió media hora antes del incendio. Estaba feliz, dice el naco de la familia.
Pero se le acabó la felicidad cuando supo que su sobrino murió en el incendio.
Ustedes perdonen si se me sale una palabra, dice a voz en cuello. Pero yo sí sé quienes son los culpables y yo les doy un mes para que resuelvan esto. Yo sí sé quienes son y me los voy a chingar. Nomás el primero me va a pesar en la conciencia, los demás me valen madre. Yo sí sé quiénes son”, dice, refiriéndose a quienes acusa de ser los culpables.
“Hijos de su puta madre, les dijo”.
¿Quién, que haya estado cerca de las marchas del año pasado, no recuerda el pase de lista?
Pues bien, va otra vez, desde la primera vez que se escuchó.
“Uno a uno hasta completar 49. Otra vez el llanto que ahoga las gargantas y oprime los pechos al mencionar los nombres de los que un día estuvieron en sus vientres, entre sus brazos.
“Algún día me voy a juntar con él, y entonces voy a poder mirarlo a los ojos y sostenerle la mirada y él me dirá qué bueno que no te quebraste, papá; él se dará cuenta lo que vale para mi.
“¿Y saben qué? Yo sí tengo un precio. Ese precio es la justicia, si me la dan, inmediatamente les firmo, díganme dónde”.
Así dijo, hace casi un año: Manuel Rodríguez, el padre de Xiunelth, nomás para refrescar la memoria.
Fuente: Dossier Político